Gracias a un proyecto de la ONG Mundukide y Laboral Kutxa, junto a otros diez jóvenes de Euskal Herria, he tenido la oportunidad de conocer Ecuador durante 20 días. En ese corto camino por hacer conocido lo desconocido, nos encontramos con un país lleno de diversidad. Pero no todo ha sido hermoso; también hemos visto multitud de injusticias, corrupción y violaciones de derechos y hemos tenido el privilegio de sacar a la luz una fotografía más auténtica del mundo actual.
El país está dividido en cuatro regiones: montaña (Andes), este (Amazonia), costa e islas Galápagos. Estas comarcas se organizan en provincias, luego se dividen en cantones, cantones en parroquias y parroquias en comunidades.En muchos sentidos, Ecuador es un tesoro. En cuanto a las lenguas, por ejemplo, aunque el español sea el idioma más utilizado, hay un total de 14 lenguas admitidas. En las zonas por las que nosotros caminamos pudimos escuchar dos: la kichwa y la waorani. Culturalmente, también es un país muy rico. En este sentido, los pueblos originarios son depósitos valiosísimos de los conocimientos y costumbres recibidos intergeneracionalmente.
En el sistema capitalista actual, donde la producción y consumo de cosas materiales es la prioridad, hay elementos que se han situado por encima de esas riquezas, concretamente, las materias primas naturales. En los últimos años, Ecuador se ha convertido en un país muy interesante para muchos países y empresas, donde se han encontrado numerosas materias primas, entre ellas petróleo y minerales. Nosotros estuvimos en las regiones de montaña (Andes) y este (Amazonia) y la biodiversidad que hay en ellas es enorme. Junto a tanta vegetación, animales, ríos…, te sientes pequeño o mejor dicho diminuto y cuando te das cuenta de que todo está en peligro, impotente y culpable.
Al viajar y visitar diferentes lugares te das cuenta de que hay muchas formas de vivir y de ser por ahí. Es cierto que, con la globalización, el mundo se está haciendo cada vez más homogéneo y, en consecuencia, las diferencias entre ellos se van reduciendo. Las diferencias van disminuyendo, pero no nos equivoquemos, el sistema de oprimidos y opresores sigue en plena fuerza. Así es que apenas había atravesado el océano Atlántico y llegado al Ecuador me di cuenta de que, comparado con lo que conocía, aquello era distinto.
El país está dividido en cuatro regiones: montaña (Andes), este (Amazonia), costa e islas Galápagos. Estas comarcas, por su parte, se organizan en provincias, que luego se dividen en cantones, cantones en parroquias y parroquias en comunidades.
En muchos sentidos, Ecuador es un tesoro. En cuanto a las lenguas, por ejemplo, aunque el español sea el idioma más utilizado, hay un total de 14 lenguas admitidas. En las zonas por las que nosotros caminamos pudimos escuchar dos: kichwa y waorani. También en lo cultural es un país muy rico. En este sentido, los pueblos son depósitos valiosísimos de conocimientos y costumbres recibidos de generación en generación.
En el sistema capitalista actual, en el que prima la producción y el consumo de cosas materiales, hay elementos que se han situado por encima de estas riquezas, que son las materias primas naturales. En los últimos años, Ecuador se ha vuelto muy interesante para muchos países y empresas, donde se han encontrado numerosas materias primas, entre ellas petróleo y minerales. Nosotros estuvimos en las regiones de montaña (Andes) y este (Amazonia) y la biodiversidad que hay en ellas es enorme. Junto a tanta vegetación, animales, ríos…, pequeño, nada, te sientes y cuando te das cuenta de que todo está en peligro, impotente y culpable.
Con el sueño de que enriquecerá al país con dinero para poder explotar estas materias primas, numerosos ciudadanos y gobiernos han empezado a vender o ceder tierras; en la mayoría de los casos, a empresas extranjeras. Los resultados, sin embargo, no han sido los esperados y el nivel de pobreza del país no ha mejorado. Como las necesidades de consumo de la sociedad capitalista son insatisfechas, todas estas materias primas y necesitamos más para poder mantener nuestra vida actual. Por tanto, la explotación de las materias primas de estos territorios es una solución a corto plazo, mientras que las consecuencias son definitivas y sin vuelta atrás. Ya hay pueblos originales que han sido expulsados de sus tierras y están destruyendo bosques y contaminando ríos.
El proposito de la mineria
En la parte andina, la población tiene mucha resistencia contra las minas. Nosotras caminamos por el valle del Intag, donde las minas son la principal amenaza. En 1995, la empresa japonesa Mitsubishi fue la primera en entrar en aquella zona. Los miembros de la comunidad, sin embargo, les expulsaron y desde entonces llevan 27 años en resistencia y creando alternativas.
Por encima de los deseos de algunos ciudadanos, el gobierno ha autorizado a las empresas mineras a explotar zonas diferentes y ante ello, varias comunidades quieren impedirles la entrada. Una de las estrategias es desarrollar diferentes actividades en estas tierras, como el turismo o la producción de alimentos. Para que os hagáis una idea, una mina es explotada durante 30 años aproximadamente, ocupa miles y miles de hectáreas de superficie terrestre y, a la profundidad, tiene varios kilómetros más. En consecuencia, se pierde toda la biodiversidad de esa zona y el proceso de retorno a la antigua puede durar cientos o miles de años.
Según nos explicaron los miembros de una comunidad de la esquina de Junin, han tenido que luchar mucho y han vivido con mucho miedo. «En los años 80, las primeras empresas mineras vinieron a estudiar los terrenos y a tomar muestras. Al principio, por desconocimiento, no estábamos contra las minas, pero hacia 1994, el agua de los ríos empezó a cambiar de color por la contaminación y los ciudadanos empezamos a tomar conciencia «, cuenta Marcia Ramírez, una de las miembros de la comunidad. Poco a poco empezaron a organizarse y los trabajadores de las minas fueron expulsados. Ante esto, por parte del gobierno, comenzó la represión: «En 1997, algunos ciudadanos fueron apresados. Empezamos el camino de los tribunales y, al final, ganamos y todos quedaron en libertad «.
A partir de 1998 comenzaron a surgir alternativas a las minas para que «la gente conociera otras formas de ganar dinero». La familia de Ramírez apostó por el turismo comunitario; empezó a producir otros cafés orgánicos.
Frente a ello, sin embargo, las empresas mineras no se han parado de brazos cruzados. Ellos también han desarrollado sus estrategias: «Con la compra de tierras y la contratación de 300 trabajadores, una empresa minera ha empezado a trabajar en la agricultura; regalan cosas y compran terrenos», dice Ramírez. Como consecuencia, el pueblo está dividido y mientras algunos luchan contra las minas, otros vecinos cercanos trabajan en ellas.
La convivencia de estas dos realidades impresiona. Recuerdo el día que entramos a la zona que está en manos de una empresa minera. En el mismo Junín, subiendo la montaña, llegamos a una zona rodeada de un cerco. Había guardias en la entrada — nos explicaron que muchas veces son vecinos de allí —. Dentro de la valla, la extensa selva llena de vida; todo en manos de una empresa minera y, por tanto, en peligro de ser aniquilada. En la falda de una cascada nos percatamos de que el agua y las piedras estaban cubiertas por un producto naranja. Nos explicaron que aquello era una contaminación producida por uno de los productos que utilizan en los pretrabajos, aunque aún no haya minas allí.
Siguen luchando y no tienen intención de tirar la toalla. En el Ministerio se han presentado más de una denuncia por contaminación de ríos o por derribo de árboles milenarios. El Ministerio, sin embargo, les responde que están haciendo las cosas bien.
En el mismo sentido, los miembros de la comunidad de Nápoles nos explicaron que «el Gobierno
Ha dejado el 100% en manos de una empresa minera. A la hora de realizar estas adjudicaciones no se tiene en cuenta a los residentes. Por eso nuestro objetivo es, antes de que ellos entren a través de la agricultura, activar estas tierras «.
Con el fin de obstaculizar la entrada de las minas, comienzan a desarrollarse en estos terrenos diferentes actividades económicas. Muchos tienen un nivel de concienciación ambiental muy alto y las acciones que se están desarrollando van por ese camino. Así, en comunidades perdidas en zonas de montaña, obtienen fertilizantes orgánicos de estiércol, gas metano y, mediante energía hidrohidráulica, ponen en marcha bombillas o bombas de agua.Además, han sabido organizarse contra el mismo enemigo y unir fuerzas. Entre otras cosas, han creado cooperativas tanto de productores de café como de agricultores. La corporación Toisan es una de las que se dedica a promover esta colaboración. En palabras de los promotores de este proyecto, la corporación se constituyó con la intención de apoyar a quienes están creando alternativas no destructivas contra las minas. El objetivo es que, a través de la economía popular y solidaria, se desarrollen en estas tierras diferentes actividades sostenibles y se dificulte la entrada de las minas: «Nosotros decimos no a la mina, pero aportamos alternativas». Consideran que si se destruye el bosque, no habrá agua y, por tanto, ningún alimento.Dicen que detrás de las minas están los bancos, el gobierno corrupto y las empresas, por lo que es muy difícil ganar la batalla. Los miembros de la corporación tienen claro cuál es el camino a seguir: «Olvidemos el desarrollo y centrémonos en el bienestar. El Gobierno cree que el desarrollo es dinero, pero el desarrollo anulará toda esta biodiversidad «.Hay nuevas generaciones que seguirán luchando, «pero los jóvenes quieren trabajar y muchas veces deciden quedarse fuera de combate». En este sentido, afirman que hay mucha manipulación: «Dan trabajo y dinero a los jóvenes para que pasen de su lado y no hagan fuerza contra las minas». Sin embargo, los miembros de la corporación son esperanzados con el futuro y dicen que el tiempo está a su favor, «la gente es cada vez más consciente del medio ambiente». Las mujeres, en colaboración, también están transformando las cosas. Hay un grupo de mujeres que producen jabones y cremas en la comunidad de El Rosal. En palabras de uno de sus miembros, «en lo económico, a las mujeres nos han dejado de lado; sólo hemos servido para el hogar.
En la ciudad de Francisco Orellana conocimos a miembros de la asociación de mujeres waoranís de Orellana. Elaboran productos de artesanía (collares, pendientes, pulseras, bolsas, cestos…). Todo el proceso lo realizan de forma manual y con recursos naturales.
Las explotaciones invaden Amazonía
A diferencia de la zona montañosa, en el este no hay movimientos potentes contra los explotadores de petróleo o madera. Por diferentes motivos, no se ha desarrollado conciencia entre la población y las estrategias de las petroleras han funcionado. Tienen comprados a muchos de sus ciudadanos y a cambio de dinero, están construyendo estaciones de petróleo y entrando cada vez más dentro de la selva. Por parte del Gobierno no han tenido obstáculos; al contrario, les han dado facilidades.
En los márgenes de la carretera, a lo largo de kilómetros, hay tuberías de transporte de petróleo y en diferentes puntos,
Mecheros en marcha 24 horas. En esos mecheros o chimeneas queman los gases que se generan a la hora de explotar el petróleo. En este proceso emiten a la atmósfera gases nocivos para la salud y con impacto directo en el calentamiento global. Junto a las petroleras, todas estas infraestructuras están entrando en la selva, cada vez más adentro, y los originarios están siendo expulsados de sus tierras.
Gracias a la ONG Ayuda en Acción aprendimos a hacer productos cosméticos y ahora, salimos de casa y ganamos dinero «. Al principio nos explicaron que la gente no confiaba en ellos y que pensaban que no servían para eso, «pero poco a poco la gente empieza a creer en nuestros productos y a ver que las mujeres podemos hacer los mismos trabajos que hacen los hombres».
Añadieron que el proceso de empoderamiento no ha sido fácil, «ha habido divorcios…». En la actualidad se está trabajando contra la violencia de género, «las cosas han cambiado, pero todavía queda mucho por hacer. En 2013 conseguimos elaborar una ordenanza contra la violencia de género. Luego, otro alcalde se puso en el poder
En la selva amazónica, concretamente en el Parque Natural de Yasuni, tuvimos la oportunidad de estar con los waorani. En una canoa motorizada, a través del río Shiripuno, afluente del Amazonas, llegamos a ellos después de tres o cuatro horas de viaje. Viven en chabolas hechas con troncos y hojas de árboles y obtienen de la selva los alimentos necesarios. En algunas comunidades waoraníes se podía notar la presencia de petroleras. De hecho, encontramos casas de hormigón construidas a cambio de terrenos.
Los Waorani tuvieron su primer contacto con la civilización en 1950, cuando descubrieron que había petróleo en las tierras en las que vivían. Hasta entonces, estas comunidades eran nómadas y vivían tanto de la caza como de la pesca. Entre los waoranis, sin embargo, hay dos tribus que nunca han tenido contacto con la sociedad: los Tagaire y los Taromenane — si quieren saber más sobre ellos, les invito a ver el documental Yasuní, genocidio en la selva, del periodista David Beriain —. No contactado
les llaman los pueblos y decidieron, por elección propia, permanecer al margen de la «civilización». Mantener su deseo, sin embargo, les está costando cada vez más.
Ellos también viven en el Parque Natural de Yasuni, la llamada Zona Invisible. No se relacionan, sin embargo, con los waoranis. Además de no relacionarse, entre los waoraníes y los pueblos no contactados ha habido a lo largo de la historia varios conflictos y asesinatos.
En 1999, el Gobierno declaró Zona Invisible el trozo de bosque en el que vivían estos dos pueblos. Así, se prohibió el acceso a las empresas petroleras. Esta zona, sin embargo, no abarcaba todo el trozo de bosque en el que vivieron desde antiguo los Tagaeria y los Taromenanes; delimitaron la zona en función de los intereses de las petroleras. Con el paso de los años, las explotaciones petrolíferas se están acercando cada vez más a esta zona y la presión va en aumento.
Construcción de nuevas carreteras, ruido de vehículos y maquinaria, contaminación… Son muchas las variables que están influyendo en la vida cotidiana de estos pueblos y también en sus animales. En consecuencia, cada vez es más difícil para ellos sobrevivir en la selva. En opinión de muchos, de seguir así las cosas, están condenados a la perdición.
Se están pisoteando los derechos de esos pueblos y no hay respuesta por parte del gobierno. Por eso es necesaria la labor de instituciones como la Fundación Alejandro Labaka. «Nuestro principal objetivo es dar a conocer las diferentes culturas y reivindicar los derechos de los países indígenas y no contactados», dice Adrián Álvarez, de la fundación. Así, uno de los proyectos más emblemáticos promovidos por la fundación ha sido el Museo Arqueológico y Centro Cultural Macco. En ella se puede encontrar información sobre las diferentes culturas y nacionalidades que existen en Ecuador.
Con Miriam Lang, profesora de la Universidad Andina Simón Bolívar, celebramos una mesa redonda sobre energías renovables. Él intentó explicar el contrapunto a las energías renovables. A la verdad, más que de energías renovables, del modelo de consumo actual. En sus palabras, «los recursos son finitos, nadie habla de eso y eso es básico».
A nivel mundial, se han establecido diferentes acuerdos sobre energías sostenibles. Entre otras cosas, habló sobre el tratado Green Deal y las lagunas que tiene ese acuerdo: «Ese convenio es justo sólo para los países europeos». Según Lang, a través de este convenio se genera energía sostenible en los países no europeos para su posterior exportación a Europa. En consecuencia, los costes sociales y medioambientales solo los pagan determinados países. En este contexto, reivindica la necesidad de construir otro tipo de acuerdos.
Asimismo, destacó que, para combatir la descarbonización, la demanda de minerales ha aumentado de forma masiva y que la mitad de las reservas minerales estratégicas del mundo se encuentran en Sudamérica. En consecuencia, «desde 1970 Sudamérica ha sido el territorio con mayor pérdida de biodiversidad». Lang tiene claro que producir energías renovables en la misma medida que energías fósiles no es sostenible. Su propuesta es bajar la producción, por tanto reducir el consumo, y producir en sus tierras la energía que necesita cada nación. Es decir, responder a la demanda local con recursos locales. De esta forma, necesariamente se reduciría el consumo, ya que la mayoría de los países no disponen de suficiente materia prima para atender su demanda energética actual.
Intza Gurrutxaga, participante del intercambio de experiencias en Ecuador