Ha llegado septiembre y ya estamos haciendo planes sobre lo que haremos hasta el próximo verano: más deporte, aprender idiomas, apuntarnos a ese curso que tenemos pendiente y nos ilusiona… En Mundukide también estamos inmersos en ese proceso, pero además de los planes para el próximo curso también reflexionamos sobre los próximos cuatro años.
Hemos aprovechado los meses de julio y agosto para hacer un repaso de estos últimos cuatro años. Una primera lectura sería que está claro que estamos ante un periodo marcado por la COVID 19 y que la pandemia ha tenido importantes efectos en nuestra vida y en nuestra actividad. Con todo, hemos pasado de estar presentes en dos países (Mozambique y Brasil) a estar en cinco, concretamente en Colombia, Ecuador y Etiopía, además de los anteriormente citados.
Aparte de la pandemia, ha sido un periodo marcado por los conflictos en los países africanos en los que operamos. Por un lado, la guerra del norte de Mozambique ha provocado más de 600.000 desplazados en la provincia de Cabo Delgado, provincia en la que trabajamos desde hace 10 años. Esto nos ha obligado a cerrar oficinas y reducir nuestra actividad. Por otro lado, el conflicto de Tigrayne, al norte de Etiopía, ha causado más de 100.000 desplazados, y si bien esto no ha llegado a afectar directamente a nuestro programa de trabajo en la zona de Arsi Oromia, sí que afecta a la estabilidad del país, con cortes de electricidad, de los sistemas de comunicaciones, ataques en domicilios y carreteras cortadas.
Además, en América la situación política de los países con los que tenemos relación no deja de ser confusa. En Brasil, por ejemplo, las decisiones tomadas por su presidente han situado al país en el segundo lugar del mundo con más contagios y muertes por COVID; una gestión desastrosa que ha llevado a la mayoría del país a posicionarse en contra de su presidente. Por otro lado, en Colombia y Ecuador nos encontramos con las consecuencias de las protestas sociales emprendidas por grupos indígenas contra sus gobiernos.
Sin embargo, cada año trabajamos directamente con más de 15.000 personas (con una media de 70.000 beneficiarios indirectos), periodo en el que la producción asistida ha pasado de dos a ocho millones anuales.
Son tiempos de incertidumbre, y en este contexto que nos ha tocado vivir Mundukide se apoya en valores como la solidaridad universal, el trabajo y la transformación social. Estos principios cooperativos seguirán siendo la base de nuestro trabajo.
Los y las cooperantes son otra de las principales particularidades de Mundukide. Personas que, encontrándose en los países del Sur, conocen de cerca la situación y las necesidades de los beneficiarios. Estos compañeros y compañeras viven muy lejos de las comodidades que tenemos en Euskal Herria, y con alto riesgo de padecer enfermedades. Es lo que le ha ocurrido a nuestro nuevo compañero en Mozambique, Alfonso, que ha contraído malaria y COVID al mismo tiempo.
Nuestros compañeros y compañeras son una de las principales palancas de nuestro modelo de colaboración, un modelo que complementamos mediante la formación práctica. De hecho, nuestro objetivo es ofrecer herramientas prácticas para que las personas trabajen y se empoderen, adaptándose a la realidad de cada contexto. Esta formación impulsa el trabajo que cada persona, organización o comunidad debe acometer para mejorar su vida. Desde Mundukide no regalamos nada, pero ofrecemos oportunidades a las personas para que puedan avanzar a través de su formación y su trabajo.
Todo ello no sería posible sin la solidaridad del mundo cooperativo, ya que las cooperativas, a través de diferentes mecanismos de intercooperación, por un lado, dejan a sus personas temporalmente en manos de Mundukide para ir a compartir la experiencia acumulada aquí con los países del sur. Por otro lado, nos ayudan con los recursos financieros y la estabilidad institucional, tan importantes en estos momentos de incertidumbre.
Se trata de un sistema de cooperación que debe ser alimentado. Por eso, hemos comenzado a trabajar con algunas cooperativas, con Mondragon Unibertsitatea y Arizmendi Ikastola para trasladar al colectivo cooperativo y a los y las jóvenes la realidad que vivimos en los países en los que trabajamos. Y así alimentar su conciencia crítica y sus ganas de trabajar por un mundo mejor.
En los próximos años queremos llegar a más personas. Nuestra intención es que con nuestro apoyo puedan reforzar su trabajo, su producción y sus ventas, para así aumentar su soberanía. Y para ello necesitaremos financiación, actualizar nuestros sistemas y procesos, aprovechar la digitalización y promover medidas contra el cambio climático. Pero sobre todo necesitaremos personas. Personas que difundirán nuestro carácter cooperativo por todo el mundo.
Muchas veces los planes de septiembre se los lleva el viento de otoño. Nosotros queremos hacerlos realidad. Y para eso no estamos solos. Nuestra labor está impulsada por las ONGs y cooperativas del Alto Deba. Nuestros proyectos están reconocidos por las instituciones públicas. Y las personas que hacen su aportación, el voluntariado y el colectivo de trabajadores y trabajadoras tenemos un compromiso firme para ofrecer alternativas de apoyo a largo plazo a miles de personas más necesitadas.