La pobreza en el medio rural mozambiqueño no sólo es generalizada y profunda, sino que también perversamente estable:
debido a la falta de mejores herramientas y los bajos precios, las familias campesinas no aumentan la producción; el pequeño tamaño y la dispersión de las cosechas aumentan los gastos logísticos de los compradores y baja los precios; los comercios no venden mejores herramientas, porque hay pocas familias con capacidad para comprarlas, etc. Todas las partes (campesinas, compradores, proveedores y gobierno) están atrapadas en una situación de pequeñas cantidades, productividad y rentabilidad.
¿Qué estrategia tiene el programa para cambiar esa situación?
En primer lugar, acompañamos a las familias campesinas en todo el proceso: qué demanda el mercado, técnicas para facilitar el trabajo, venta de la cosecha, etc. Y no solo trabajamos con las campesinas, sino también con los compradores agrícolas, con las vendedoras de insumos y con el gobierno.
Se busca conseguir mejoras en todas las áreas (producción, ventas, organización…), ya que si alguna de ellas se queda atrás puede lastrar todo el proceso de transformación. Y esos cambios deben ser provechosos desde el principio para las distintas partes, ya que ni familias campesinas, ni los comerciantes tienen la capacidad de sostener sus inversiones durante largos años sin ver beneficios.
Por último, se prioriza que mucha personas progresen algo a que pocas progresen mucho. Ya que, si el grupo es pequeño, una vez finalizada la ayuda externa, existe un alto riesgo de que el contexto lo reabsorba y se vuelva al punto inicial.De este modo hemos conseguido, por ejemplo, que en el distrito de Majune (8.000 familias) el sésamo pase de ser un producto desconocido a que casi la mitad de la población lo cultive, o que la productividad haya pasado de los 250 kilos por hectárea de los primeros años a los actuales 450 kilos. Y que, en la actualidad, haya llegado a ser la segunda fuente de ingresos del distrito, solo pordetrás de los sueldos de los funcionarios.