Las personas recicladoras a nivel mundial asentados en las ciudades son, en general, invisibles. Quizá ahora que andan por las calles las vemos más facilmente, pero antes, cuando trabajaban en los botaderos, era un grupo social desconocido.
Esto significaba que los niños y niñas debían acompañar a sus padres y madres a trabajar y, lógicamente, no asociarlos a sistemas educativos, sino pasar por generaciones en las que se transpasaban conocimientos y capacidades relacionados con la selección de residuos reciclables. Esto supone que la mayoría de los principales recicladores y recicladoras tienen los niveles educativos más bajos y un alto índice de analfabetismo (en torno al 30%). Cuando fueron trasladados a las calles su realidad empezó a cambiar. Ya eran más visibles para la sociedad, lo que les permite organizarse y reclamar derechos. El Estado también ha comenzado a crear políticas públicas para salir de la marginación en la que viven y ser más aceptadas. Poco a poco se han ido creando mejores condiciones para que los y las más jóvenes puedan formarse.
En el caso de Colombia, se da un paso importante a través del Decreto 596-2016. Con este decreto, además de reconocer al gremio reciclador, se incluye dentro del sistema oficial de aprovechamiento, permitiendo la recogida de valor por el material recogido. Este reconocimiento está constituido, sin embargo, por una serie de exigencias orientadas a generar mayores capacidades: los recicladores deben estar organizados (asociados), estar reconocidos oficialmente como entidades (a través de la cámara de comercio), contar con una bodega ECA, que también debe ser registrada. Asimismo, los recicladores y recicladoras de cada organización deben contar con el certificado de competencias laborales emitido por el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).
Estar al día de acuerdo con la legislación que les permita conocerse, empoderarse y protegerse para poder aprovecharse y no abandonarse.
• Aumentar sus capacidades de gestión para abrir nuevas líneas de reciclaje que mejoren su capacidad logística.
• Necesitan certificado de aptitudes profesionales del SENA (con niveles más avanzados)
• Mejorar las capacidades para el desarrollo humano y la cooperación.
• Mejorar su capacidad organizativa y de alianza para exigir derechos en conjunto, conseguir mejores precios, etc.
•Fortalecimiento de las capacidades de las mujeres recicladoras para un protagonismo más directo y un mayor empoderamiento económico/liderazgo.
Este avance hacia el reconocimiento del colectivo genera, a su vez, la necesidad de incrementar las capacidades tanto individuales como colectivas para afrontar los nuevos retos. Para ello cuentan con la experiencia de las organizaciones más avanzadas del país: ANR (asociación de reciclaje de Nariño) y ARB (asociación de recicladores de Bogotá)